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Por Dr. Alfredo Valadez | viernes, 24 de enero de 2025
Lo que no nos dicen del Plan México
Hace unos días, el gobierno de Claudia Scheinbaum nos mostraba lo que será la directriz de la política económica de su sexenio: el Plan México. En dicha estrategia se visualizan claramente 13 objetivos ambiciosos si, pero más que necesarios. Y éstas son: (1) Transitar de la economía número 12 a la décima en el mundo; (2) elevar la proporción de inversión respecto al PIB, arriba de 25 por ciento (actualmente en 25 por ciento); (3) generar 1.5 millones de empleos adicionales en manufactura especializada y en sectores energéticos; (4) el 50 por ciento de la proveeduría y el consumo nacional serán hechos en México en los sectores textil, calzado, mobiliario y juguetes; (5) aumentar en 15 por ciento el contenido nacional; (6) el 50 por ciento de las compras públicas serán de producción nacional; (7) vacunas hechas en México; (8) reducir de 2.6 a un año los trámites para la inversión en México; (9) incrementar en 150 mil profesionistas y técnicos anuales adicionales a los que ya se generan; (10) sostenibilidad ambiental empresarial; (11) el 30 por ciento de las pequeñas y medianas empresas tendrán acceso a financiamiento; (12) colocar a México como uno de los cinco países más visitados del mundo y (13) disminuir la pobreza y la desigualdad. Con estas puntuales y cuantificables metas, lo que se busca es transformar la economía del país mediante la industrialización, la innovación y la inclusión social.
Todo ello de entrada, es disruptivo y difiere con la visión económica de la anterior administración. Pero no solo ello, sino que encaja de manera puntual con algunos aspectos de lo que Trump hasta ahora ha referido que hará en torno a temas como comercio internacional y nearshoring.
Si embargo y esta opinión, no busca restar valor a tan llamativa iniciativa, se debe admitir que adolece de un punto que históricamente es algo repetitivo en las políticas públicas de México: no hay claridad en el financiamiento de donde se dispondrá para tales acciones. Si bien es cierto, la presidenta habla de un portafolio de 277 mil millones de dólares, mismo que llegarían a México a través de dos mil proyectos concretos de la inversión extranjera directa. Por ende, desde que se anunció esta iniciativa federal, varios analistas de opinión han emitido una común crítica: el Plan México no es en sentido estricto un plan.
Lo anterior, por la sencilla razón que un plan no solo contempla metas, sino también las herramientas, instrumentos e insumos que tendrá la política pública para conseguir tales objetivos. Tal vez, algunos elementos que generarían más confianza en este plan, sería la aclaración de la procedencia de los subsidios y gasto en infraestructura que el Gobierno tendrá que desembolsar. Es por ello que, nace una preocupación si este gasto no previsto en el presupuesto del 2025 traerá consigo más endeudamiento y, por ende, mayor déficit público.
Finalmente, hay dos aspectos que considero se deben reestructurar o aclarar para que este plan tenga efectos más incluyentes y de mejores resultados, al menos, resultados que en primera instancia no perjudicarían a la economía nacional. El primero es que, si bien es cierto habla de apoyo a PyMes, esta ayuda no contempla a las microempresas, las cuales representan en México cerca del 95% del total de unidades económicas de acuerdo al último censo de negocios que se tienen registros. Y dejar fuera a estas empresas, parece un tema contradictorio y parcial. Segundo punto es que, Sheinbaum ha dejado entrever que habrá cierta postura de modelo de sustitución de importaciones, el cual, esperemos que no sea el caso, pues la evidencia nos muestra como éste fracasó estrepitosamente hace algunas décadas. Y es que, como lo comentaba Viri Ríos en su columna de esta semana: este plan representa una política plausible, ambiciosa pero con riesgo de cometer errores pasados.
Esperemos que tanto la iniciativa privada a través del llamado y coordinación de organismo como el Consejo Coordinador Empresarial (CCE), las instituciones de educación superior, los centros de investigación y desde luego, el sector público hoy más que nunca sean esas hélices articuladas y sólidas que requiere el país para despejar sin depender tanto de la economía de Estados Unidos.
El autor es Doctor en Ciencias Económicas, miembro del Sistema Nacional de Investigadores del CONAHCYT y profesor de tiempo completo de CETYS Universidad campus Tijuana.