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Desde la llegada en avión a Pekin, se percibe la sensación de viajar a otra dimensión, a otro planeta, es simplemente “otro lugar”, las casas bajitas y grises han cedido el espacio a los nuevos rascacielos y las bicicletas han sido ahuyentadas por los coches utilitarios. Pero el alma de los chinos no cambia tan de prisa, sobre todo cuando se trata del imperio más antiguo de la tierra.
En esta era de comunicación acelerada hay culturas que se han perdido en el tiempo y otras que permanecen y que son indestructibles. El ejemplo es China. Resulta quizás muy poco entendible para los occidentales que uno de los fundamentos más sólidos de esa cultura es el papel tan distinto que juega el individuo en la sociedad.
El ciudadano chino se realiza plenamente sólo si toma conciencia de su dimensión social, el término individualismo que en las sociedades occidentales es respetable, en China es algo más que un defecto, es prácticamente un insulto.
En China no se practica el culto al éxito personal, no ir contra la sociedad es para ellos una preocupación grave, casi prioritaria. En occidente el individuo se realiza a través de su plenitud personal, el chino común y corriente busca la integración colectiva y su realización es a través de responsabilidades sociales. La diferencia es total y los resultados son los que permean en todos los ámbitos de la sociedad.
Surge la pregunta ¿Esta filosofía de vida es una obligación impuesta y no violenta la naturaleza humana? Y es allí donde es necesario ahondar un poco en la diferencia fundamental de los conceptos acerca del papel del individuo como ser social. En las religiones occidentales persiste siempre la lucha contra el Bien y el Mal. Desde el pecado original este concepto esta totalmente arraigado y es universalmente aceptado, pero en la cultura china, desde la tradición de Confucio, el hombre está inclinado de manera natural hacia la rectitud y la bondad.
De este modo, la filosofía de la educación es esencialmente diferente entre Occidente y China. Acá, se trata de desarrollar la personalidad de los niños y de esta manera favorecer la diversidad social. En China no es así, el deber de los padres y maestros es velar por que los niños no cometan faltas, el objetivo es la armonía social.
Esta filosofía de la educación basada en los principios Confucianos ha tenido a lo largo del tiempo, cuestionamientos. Recordemos las revoluciones chinas, la de 1949, la revolución cultural de 1966, las revueltas estudiantiles de 1989, pero ha ganado hasta ahorita la utopía de la Era de la Armonía Universal. Pese a las protestas cíclicas ha permanecido la historia y la tradición que impera desde hace miles de años. Rechazar el Confucianismo es atacar la educación y la cultura.
Esto no es teoría simplemente, es el primer plano de la escena cultural de China que moldea la política y la economía. La democracia, el modelo teórico occidental al que aspìran las sociedades es producto de nuestras historias y luchas pero allá no es así, la tradición exige que las reformas vengan de arriba, de un monarca competente e ilustrado.
Sin embargo el desarrollo económico que ha tenido China en las últimas décadas,ha creado iniciativas personales y desarrollado una nueva corriente liberal y democrática, aun así, la democracia china no se parecerá jamás a la de occidente. De la misma manera, los derechos humanos se plantean de forma distinta, los chinos tienen una mente práctica, sus derechos consisten en tener una vida decente, el derecho de vestirse, comer y tener una casa, pero los derechos del individuo no podrán nunca separarse de los derechos del pueblo. Este enfoque heredado de Confucio, es su forma de vida y ahora auténticamente chino.
Intentar comprender la cultura china es imprescindible para de esa manera encontrar una explicación a las formas de ser y de vivir de una cultura milenaria que está demostrando ser la potencia económica más fuerte del planeta.