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¿Se acaba la guerra en Ucrania? Esto sabemos de la reunión entre Trump y Putin

Por Redacción | viernes, 15 de agosto de 2025

EMX-¿Se acaba la guerra en Ucrania? Esto sabemos de la reunión entre Trump y Putin

La cumbre en Alaska entre Donald Trump y Vladímir Putin examina el futuro de la guerra en Ucrania, con Europa atenta y sin representantes de Ucrania presentes.


El presidente estadunidense, Donald Trump, y su homólogo ruso, Vladimir Putin, se reúnen este viernes en Alaska en una cumbre de alto riesgo que podría ser decisiva para el futuro de Ucrania y mantiene en vilo al mundo. Trump partió de Washington por la mañana rumbo a Anchorage, la mayor ciudad del estado, tras publicar "MUCHO EN JUEGO" en su red Truth Social poco antes de abordar el Air Force One.

Putin, por su parte, pisará suelo occidental por primera vez desde que ordenó la invasión de Ucrania en febrero de 2022, una guerra que ha dejado decenas de miles de muertos y en la que Moscú gana terreno: sus tropas controlan actualmente cerca de una quinta parte del territorio ucraniano.

Trump extendió la invitación a instancias del propio líder ruso, pero el presidente estadunidense se ha mostrado a la defensiva y advirtió que la reunión podría terminar en cuestión de minutos si Putin no muestra disposición a ceder.

“Sabré en los primeros minutos si vamos a tener una buena reunión o una mala”, declaró antes del viaje.

Los dirigentes europeos, excluidos de la cita, estarán pendientes de cada palabra y gesto en Anchorage ante el temor de que Washington pueda desmarcarse de su apoyo férreo a Kiev.

Hasta ahora Zelenski ha rechazado públicamente las presiones de Trump para que ceda el territorio ocupado por Rusia, en que Trump ha dicho que Ucrania "tiene que decidir su territorio" y que no aceptará imponer la paz a costa de una rendición. No obstante, el líder ucraniano ha evitado confrontar directamente a su aliado en Washington. Este viernes, Zelenski llegó a declarar: "Ucrania 'cuenta' con Trump para convencer a Rusia de poner fin a la guerra", expresando su esperanza de que la cumbre de Alaska abra la puerta a un alto el fuego duradero.

Trump alardea de su talante negociador, pero ha rebajado las expectativas al definir este encuentro inicial como una "reunión de tanteo" para evaluar si Putin realmente habla en serio sobre la paz. “Soy presidente, y él no va a jugar conmigo”, aseguró Trump a periodistas en la Casa Blanca el jueves, subrayando que no piensa dejarse manipular.

“Si es una reunión mala, terminará muy rápido, y si es una buena, vamos a terminar logrando la paz en un futuro bastante cercano”, añadió el mandatario, quien calcula que la cumbre tiene un “25%” de probabilidades de fracasar.


A su llegada a Alaska, el jefe de la diplomacia rusa, Serguéi Lavrov, rehusó hacer pronósticos sobre el desenlace. “Nunca hacemos suposiciones anticipadas”, declaró el canciller, quien lucía lo que parecía ser una camiseta con la inscripción “URSS” en cirílico.

“Sabemos que tenemos nuestros argumentos y nuestra postura es clara y sin ambigüedad. La presentaremos”, añadió Lavrov, sugiriendo que Moscú planteará firmemente sus exigencias conocidas.

Trump ha prometido mantener informados de inmediato a los líderes europeos y a Zelenski sobre lo conversado. Según ha adelantado, cualquier acuerdo definitivo requeriría una segunda reunión, esta vez tripartita con la presencia del presidente ucraniano, para negociar cara a cara con Putin cómo repartirse el territorio en disputa.

El propio Trump reconoció: "Los intercambios territoriales están sobre la mesa, pero tengo que dejar que Ucrania tome esa decisión". Es decir, cualquier concesión de tierras tendría que ser acordada por Kiev.

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Un "golpe de timón"

La cumbre de Alaska representa un giro notable en la política exterior de Trump hacia Rusia. El republicano ha expresado admiración por Putin en el pasado, y su reunión en Helsinki en 2018 durante su primer mandato (2017-2021) le valió duras críticas por, según sus detractores, mostrarse intimidado ante el líder del Kremlin. Antes de volver a la Casa Blanca en enero pasado, Trump presumía de su buena relación con Putin, culpaba a su predecesor Joe Biden de la guerra en Ucrania y prometía lograr la paz en 24 horas.

Sin embargo, a pesar de varias llamadas telefónicas a Putin y de una agria disputa pública con Zelenski en febrero en el Despacho Oval, el jefe del Kremlin se ha mantenido intransigente.

Trump ha admitido sentirse frustrado con Putin en los últimos meses y llegó a lanzarle un ultimátum informal, advirtiendo de “consecuencias muy graves” si no accedía a un alto el fuego. Este nuevo encuentro cara a cara es visto como un último intento del presidente estadounidense por lograr ese golpe de timón en el conflicto. Las conversaciones están programadas para las 11:30 de la mañana (local) de este viernes en la Base Aérea Elmendorf-Richardson, a las afueras de Anchorage.

La elección de Alaska no es casual. Para asistir a la cumbre, Putin —sobre quien pesa una orden de arresto de la Corte Penal Internacional (organismo al que Estados Unidos no pertenece)— solo tuvo que cruzar el estrecho de Bering en avión, evitando sobrevolar territorio de países aliados de Ucrania. Además, Alaska es un territorio con pasado ruso: el imperio zarista lo vendió a Estados Unidos en 1867 por 7.2 millones de dólares.

Moscú ha citado irónicamente este antiguo acuerdo para recalcar que los intercambios de territorios no son algo inédito en la historia. Varios altos cargos rusos, sujetos a sanciones occidentales, obtuvieron exenciones temporales del Departamento del Tesoro de Estados Unidos para poder viajar y utilizar tarjetas bancarias durante la cumbre.

Según la agenda prevista, Putin y Trump se reunirán primero a solas, acompañados únicamente de sus intérpretes, antes de pasar a un almuerzo de trabajo con sus principales asesores. No está previsto que abandonen la base militar en todo el día. Mientras tanto, en las calles de Anchorage, manifestantes locales han colocado carteles y banderas de solidaridad con Ucrania, recordando a los líderes que el mundo sigue atento al destino de la nación invadida.

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Intercambio de territorios


La postura de Moscú de cara a cualquier posible acuerdo de paz sigue siendo maximalista. El Kremlin continúa exigiendo el control total de las cuatro provincias ucranianas cuya anexión reclamó en 2022 (incluso de las zonas que siguen bajo control de Kiev), además de garantías de que Ucrania nunca ingresará en la OTAN y el levantamiento de las sanciones occidentales. A día de hoy, las tropas rusas ocupan la totalidad de la provincia de Lugansk, cerca del 70% de la de Donetsk, y aproximadamente la mitad de las de Zaporiyia y Jersón. Putin no ha dado señales de estar dispuesto a renunciar a estas conquistas.

Incluso en vísperas de la cumbre, el Kremlin intensificó sus operaciones militares sobre el terreno, algo que Trump considera contraproducente. “Putien cree que eso le da fuerza en las conversaciones, creo que le perjudica”, comentó el mandatario estadunidense, sugiriendo que la escalada de ataques podría restarle apoyos diplomáticos al líder ruso.

Zelenski, por su parte, rechaza tajantemente cualquier cesión territorial. Recuerda que no tiene autoridad para entregar soberanía sin consultar al pueblo: la Constitución de Ucrania exige un referéndum nacional para modificar las fronteras, un plebiscito que difícilmente aprobaría ceder tierras al agresor.

La sociedad ucraniana, aunque anhela la paz tras más de tres años de guerra, también se opone mayoritariamente a regalar territorio a Rusia después de tanto sacrificio en vidas y recursos. Entregar voluntariamente partes del país no solo traicionaría esa resistencia, sino que sentaría un precedente peligroso: sin esas regiones industriales del este, entre las fuerzas rusas y Kiev solo quedaría una llanura abierta, facilitando una futura invasión si Moscú decidiera volver a atacar.

En este contexto, Trump enfrenta la difícil tarea de persuadir a Putin de que muestre cierta flexibilidad sin traicionar la causa ucraniana. El presidente estadunidense insiste en que su objetivo es detener la guerra cuanto antes “por el bien de Ucrania”, pero su disposición a discutir un posible “reparto” del territorio inquieta a muchos. Washington ha insinuado que podría compensar a Kiev con garantías de seguridad robustas o con nuevas ayudas militares si aceptara algún compromiso territorial, pero oficialmente la Casa Blanca sigue respaldando la integridad territorial ucraniana.

Como gesto previo a la cumbre, y acaso buscando un clima más propicio para las conversaciones, Rusia y Ucrania realizaron un inusual intercambio de prisioneros la víspera de la reunión. Cada bando liberó a 84 prisioneros de guerra, según confirmaron tanto el Ministerio de Defensa ruso como el propio Zelenski. Entre los liberados por Rusia había civiles ucranianos capturados años antes de la invasión de 2022, así como soldados que participaron en la defensa de la acería de Mariúpol. Fue un recordatorio de que, pese a la crueldad del conflicto, existen aún resquicios para medidas humanitarias de confianza mutua.

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¿Victoria para Putin?
La cumbre bilateral en Alaska contrasta con la postura que han mantenido los aliados europeos (y la anterior administración Biden) de no negociar con Rusia el futuro de Ucrania a espaldas de Kiev. El solo hecho de que Putin obtenga la foto de rigor con el presidente de Estados Unidos en suelo estadounidense y sin concesiones previas como un alto el fuego, ya supone para muchos una legitimación de su estrategia de fuerza. Zelenski declaró esta semana que la reunión de Alaska es una “victoria personal” para Putin, ya que le permite “salir de su aislamiento” internacional y difumina de momento las sanciones que Trump había prometido endurecer contra Moscú.

Los gobiernos europeos observan con preocupación. A puerta cerrada, varios líderes han expresado su recelo de que Trump ceda demasiado ante Putin o presione a Ucrania para aceptar un mal acuerdo. Antes de la cumbre, Trump participó en una videoconferencia con Emmanuel Macron, Olaf Scholz, Rishi Sunak y otros dirigentes, así como con los jefes de la OTAN y de la Unión Europea, en la cual estos le insistieron en que no tomara ninguna decisión sin consultar a Kiev. Para el sábado, la UE convocó una reunión extraordinaria de sus embajadores destinada a evaluar los resultados de Alaska y coordinar los siguientes pasos junto a Ucrania.

Francia, de hecho, confirmó que Macron habló por teléfono tanto el jueves como el viernes con Zelenski. Según fuentes del Elíseo, Trump le aseguró que descartaba la incorporación de Ucrania a la OTAN, eliminando así uno de los mayores obstáculos que Rusia esgrime para cualquier alto el fuego.

A cambio, desde Washington se mencionó la posibilidad de retomar conversaciones sobre control de armas nucleares, algo que Putin ha manifestado interés en discutir. El propio Putin elogió los “esfuerzos sinceros” de Trump para poner fin a la guerra, llegando a afirmar que Estados Unidos está haciendo “esfuerzos bastante enérgicos y sinceros para detener las hostilidades, poner fin a la crisis y alcanzar acuerdos que sean de interés para todas las partes”. Esto sugiere que Moscú podría ofrecer incentivos, como reactivar pactos de seguridad o nuevos acuerdos comerciales, para tentar a Trump a aflojar su apoyo militar a Kiev.

Analistas advierten que Trump dispone de herramientas de presión importantes —como la amenaza de nuevas sanciones económicas o un posible incremento del envío de armas a Ucrania—, pero que Putin podría intentar distraerlo con promesas vacías.

“Es un maestro en el nuevo objeto llamativo que resulta ser insignificante”, alerta Daniel Fried, exdiplomático estadunidense del Atlantic Council a la agencia AFP, en alusión a la conocida táctica del Kremlin de hacer ofertas atractivas que luego resultan insustanciales.

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El mejor escenario para Kiev, coinciden muchos observadores, sería que la cumbre termine sin acuerdos a espaldas de Ucrania y que Trump mantenga firme la línea roja de no forzar concesiones territoriales. Un resultado incluso mejor, señalan, sería que Trump anunciara finalmente sanciones serias contra Rusia si Putin se niega a detener la ofensiva, aunque de momento esas amenazas nunca se han materializado.

A la espera de los resultados de Alaska, Europa y Ucrania mantienen la cautela. “Creo que Putin y Zelenski alcanzarán un acuerdo de paz”, expresó Trump con un optimismo moderado antes de partir, pero los aliados occidentales recuerdan que cualquier paz real y duradera deberá contar necesariamente con el visto bueno de Kiev.

De lo contrario, temen que se siente un precedente peligroso. La cumbre de Alaska, con todo lo que está en juego, podría ser recordada como el inicio de un camino hacia la paz —o como un capítulo oscuro en el que las grandes potencias decidieron el destino de Ucrania sin su plena participación. En unas horas, el mundo sabrá si Trump y Putin lograron algún avance significativo o si este histórico encuentro termina, como él mismo advirtió, muy rápido y sin resultados.

-Con información de Excelsior