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El 17 de mayo es el Día Internacional contra la homofobia, el día de la lucha contra las violencias hacia las personas LGBTI. La fecha se ha señalado porque fue apenas en 1990 cuando la Organización Mundial de la Salud eliminó la homosexualidad del manual de clasificación de enfermedades mentales.
Los avances en contra de esa lucha son evidentes pero no suficientes. El debate no es nuevo, desde el inicio de la humanidad el sexo biológico de los hombres y las mujeres ha sido la base para la organización de las sociedades. Los hombres de azul, las mujeres de rosa, ellos por aquí y ellas por allá. Esta diferenciación hasta la fecha ha sido injusta, ha propiciado una enorme desigualdad social y cultural, en la que por cierto las mujeres hemos salido perdiendo.
Así ha sido siempre y el género biológico con el que nacimos es el que desarrollamos y con el que vivimos. Sin embargo esto no necesariamente es verdad. Hay seres humanos que desarrollan una personalidad distinta al sexo biológico que poseen. Estas personas que viven una sexualidad diferente, a través del tiempo han sido marginadas, discriminadas e incluso asesinadas.
La psicología es la ciencia que trata de entender y explicar el comportamiento humano y en los últimos años se han realizado estudios muy serios y científicos acerca de esta diferencia. Las investigaciones van en el sentido de explorar cuáles son los mecanismos y los factores que favorecen que se desarrolle una identidad distinta a la del sexo biológico con el que se ha nacido. Estos estudios son recientes, quizás datan de las últimas dos décadas y por sus resultados, se han establecido importantes conclusiones que echan por tierra las teorías que aseguraban, que este proceso de identidad de género, se definía al nacer y se fortalecía en los primeros años de la infancia.
Esa teoría ha estado tan arraigada que a los niños se les dan juguetes y tareas masculinas y a las niñas femeninas. Carritos para los niños, trastecitos para las niñas. Si un niño manifiesta su deseo de jugar con una muñeca provoca una alarma inmediata en la familia.
Hoy en día las nuevas investigaciones indican que el proceso de definirse como hombre o mujer es algo único en cada persona y se reconoce la realidad que desde el inicio de la humanidad ha existido: la identidad biológica no corresponde a la identidad psicológica, emocional, y social de muchos seres humanos. Los nuevos descubrimientos científicos en cuanto a la identidad de género van en ese sentido. Los patrones tradicionales son analizados y todo apunta a lo que historia de la humanidad nos ha mostrado: No hay sólo dos géneros. Hombres y mujeres enfrentan un sinnúmero de transiciones en torno a sus características y por consecuencia de sus comportamientos y roles sexuales.
Estos descubrimientos han alentado a las personas que viven de otra manera su sexualidad, a mostrarla y vivir de acuerdo a su identidad. Los patrones “normales” de conducta están siendo sacudidos y las sociedades reaccionan en consecuencia. Estas reacciones van desde la aceptación como algo natural hasta la totalmente opuesta, que no solo es la negación, sino la reprobación y el repudio absoluto a lo que rompe con el esquema clásico de lo masculino y lo femenino.
El repudio y la satanización se han exacerbado y se está perdiendo la cordura para analizar desde una nueva perspectiva el asunto de la homosexualidad. El miedo a lo diferente, se manifiesta con actitudes de rechazo y de odio que no contribuyen en nada a la paz social. Si entendemos la complejidad del tema que ahora se analiza de otra manera, entenderemos también que estamos cambiando y que los cambios conllevan un replanteamiento de quiénes somos. Los estereotipos están firmemente arraigados en la sociedad y quien se sale de ellos se ve inmediatamente afectado en sus relaciones interpersonales. Vivir de una manera distinta no es un crimen, convivir con lo diferente debe ser lo normal para crear una sociedad más sana y libre de prejuicios. No podemos hacer esa perversa dicotomía y dividir a la humanidad de esa manera. Es posible que cueste trabajo entenderlo pero no hacerlo es negar la realidad.