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El escritor, o aspirante a serlo, en este caso columnista, debe tener un estímulo para crear, así sean tres líneas o una novela, Sin ese poderoso ingrediente, la hoja permanece en blanco, no hay manera de describir siquiera el entorno que nos rodea, ni tres líneas, ni un cuento, nada.
Cuando escribo no es que espere que me llegue una epifanía literaria, o una revelación personal que cimbre mi conciencia o sentimientos. No. tan sólo una idea alrededor de la cual pueda elaborar una mínima narrativa. Flanery Oconnor, la gran escritora norteamericana, decía que cada mañana entre las nueve y doce del día, se iba a su estudio y se sentaba frente a una hoja de papel, (lo que ahora sería la pantalla de la computadora) y que muchas veces se quedaba allí durante todas esas horas sin que ninguna idea apareciera, pero que estaba segura de que si alguna idea estaba por venir, la encontraría siempre de esa manera.
Ese pensamiento a mí no me va, porque me resulta imposible imaginar pasar horas frente a ninguna hoja de papel o computadora, ni en mis mejores tiempos en que soñaba con escribir cuentos. El cuento, por cierto, es el género literario más difícil, no hay oportunidad de evadirse o perder tiempo, cada palabra cuenta y la tensión no debe perderse. Flanery Oconnor no piensa en eso, dice que el cuento es uno de los géneros más naturales de la expresión humana, que desde que somos niños escuchamos cuentos y luego los contamos nosotros, que no hay nada complicado en ello.
Es posible que se nazca con esa habilidad para narrar cuentos, pero usualmente se pierde en el camino de la vida. Es complicado escribir a veces sobre todo cuando parece todo fácil, es decir, las cosas más obvias son las más difíciles de describir porque un cuento no es una anécdota, ni una opinión, ni un recuerdo. Un cuento es una acción dramática completa y revela casi siempre el misterio de la personalidad, no sólo del personaje sino del autor, por eso no es sencillo, porque descubrirnos y develarnos públicamente a través de la escritura es un riesgo que cada vez menos queremos tomar.
Cuando se escribe no pensamos mucho para qué tipo de lector estamos escribiendo, suponemos que para el lector promedio, aunque no se tenga claro quién es actualmente el lector promedio. Es un lector informado quizás, que no aceptaría ninguna fantasía como verdad, sólo un genio literario como Franz Karfka puede describir en “La Metamorfosis” cómo un hombre despierta una mañana convertido en cucaracha sin haber perdido su naturaleza humana. Una historia así resulta creíble debido a que los detalles concretos de la obra son absolutamente convincentes. No parece una distorsión de la realidad y es que lo aparente no es necesariamente lo real, y La Metamorfosis describe con tanta precisión la naturaleza del personaje,que resulta altamente convincente.
Decía Juan Rulfo que lo primordial para el escritor era la imaginación y es cierto, la imaginación nos permite analizar la realidad del otro lado y entonces entramos al asunto de la diversidad temática. Motivos, sugerencias, opiniones, puntos de vista y allí entro en conflicto porque mis puntos de vista están ahora en completa evolución y aunque se dice que en un cuento lo más importante es lo que queda fuera, lo que no se dice, en una columna periodística es totalmente lo contrario.
Y creo que ya empiezan a aparecer algunos temas que me parecen interesantes para esta columna, pero parece que el espacio se ha terminado.