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LA LIBERTAD RELIGIOSA: UN DERECHO QUE IMPLICA RESPETO MUTUO
Por Redacción | jueves, 25 de septiembre de 2025
Por Armando Maya Castro
La libertad religiosa es un derecho fundamental que garantiza a todos los seres humanos la posibilidad de profesar, conservar y expresar públicamente sus creencias sin temor a ser perseguidas o a que se les nieguen los derechos que asisten a las demás personas.
Este derecho beneficia tanto a creyentes como a no creyentes, y contribuye al fortalecimiento de la dignidad humana, así como a la construcción de una cultura de paz, respeto y sana convivencia, tan necesaria en un mundo marcado por la intolerancia.
Gracias a esta libertad, la humanidad ha aprendido a reconocer y respetar la diversidad de creencias, algo que no existía en los siglos del monopolio religioso que durante siglos ejercieron algunas mayorías religiosas.
Hoy, en un contexto donde la libertad religiosa garantiza a cada persona el derecho de creer, dejar de creer o incluso no creer en absoluto, quienes deciden permanecer en una iglesia lo hacen por convicción, y quienes optan por alejarse pueden hacerlo sin restricciones. Todo esto debe darse sin represalias ni estigmatización hacia quienes ejercen dicho derecho.
Afortunadamente, quedaron atrás los siglos en que la Inquisición, con métodos inhumanos y contrarios al principio del amor, intentó mantener por la fuerza a las personas dentro del catolicismo, calificando de herejes a quienes se atrevían a apartarse de su fe o a unirse a otros grupos religiosos. Esta institución no solo reguló la vida religiosa, sino también la moral y la política de los países de mayoría católica.
Sin embargo, es necesario señalar que resulta falso afirmar que hoy en día algunas iglesias retienen a sus fieles bajo presión o por la fuerza. En el caso de la Iglesia fundada por Jesucristo hace casi dos mil años, esto nunca ha sido así. La Biblia da testimonio de ello: cuando algunos discípulos decidieron dejar de seguir al Señor, Él no los obligó a quedarse. Por el contrario, preguntó a los Doce: “¿También vosotros queréis iros?” Y Pedro respondió con fe: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna” (Juan 6:66-68).
Este pasaje bíblico deja claro que nadie permanecía al lado del Hijo de Dios por obligación, sino por decisión libre y voluntaria. Así fue con los primeros cristianos del siglo I, así es hoy, y así debe seguir siendo siempre. Cualquier narrativa contraria que circula en medios de comunicación o redes sociales no es más que un mito malintencionado, alimentado por la intolerancia religiosa, un fenómeno que persiste pese a los esfuerzos legales y sociales por erradicarlo.
El derecho al ejercicio pleno de la libertad religiosa está consagrado en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos (Artículo 24), así como en diversos instrumentos internacionales, como la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la cual -en palabras de Amnistía Internacional- es "un documento que sirve de plan de acción global para la libertad y la igualdad, protegiendo los derechos de todas las personas en todos los lugares."
Para concluir, es importante subrayar que la libertad religiosa también implica responsabilidades: obliga a los miembros de una iglesia a respetar a quienes deciden separarse, pero también exige de estos últimos respeto hacia quienes eligen permanecer. En resumen, debe haber respeto mutuo, en ambas direcciones. Nada más, pero tampoco nada menos.