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Por Redacción | jueves, 22 de mayo de 2025
La Casa Blanca revocó la certificación que permite a Harvard admitir alumnos extranjeros; unos 6 mil 800 estudiantes deben transferirse o perder estatus, según el Departamento de Seguridad Nacional.
La Administración Trump asestó el jueves su golpe más drástico hasta la fecha contra la universidad más rica y antigua de Estados Unidos: revocar “con efecto inmediato” la certificación que habilita a Harvard para matricular a estudiantes internacionales. La medida, comunicada en una carta firmada por la secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem, paraliza nuevas admisiones y ordena a los 6 mil 800 alumnos extranjeros actuales “transferirse o perderán su estatus legal”, de acuerdo con el comunicado oficial.
“Esto significa que Harvard ya no puede inscribir a estudiantes extranjeros, y los estudiantes extranjeros actuales deben transferirse o perderán su estatus legal”, subrayó el Departamento de Seguridad Nacional.
La decisión llega tras semanas de tira y afloja en las que el DHS exigía “información relevante” sobre alumnos foráneos que, según la Casa Blanca, participaron en protestas propalestinas o actividades “peligrosas”. Al no recibir los registros completos, la agencia invocó su autoridad sobre el Programa de Estudiantes y Visitantes de Intercambio (SEVP) para suspender la certificación. “Le escribo para informarle que, con efecto inmediato, se revoca la certificación del Programa de Estudiantes y Visitantes de Intercambio de la Universidad de Harvard”, reza la carta que el Times obtuvo.
El pulso comenzó en abril, cuando Noem amenazó con la revocación si Harvard no entregaba datos sobre extranjeros supuestamente implicados en disturbios. La universidad, que ya demandó a la Administración el mes pasado por presiones para cambiar su currículo y políticas de contratación, se negó a ceder información confidencial sin orden judicial. El jueves por la noche, fuentes cercanas al Rectorado anticipaban una “segunda demanda inminente”.
Mientras la carta circulaba en redes —Noem la publicó en X—, la comunidad académica reaccionaba con estupor. “Sin sus estudiantes internacionales … Harvard ya no será Harvard”, lamentó Leo Gerden, alumno sueco de último año: “La Administración Trump nos está usando como fichas de póquer ahora mismo. Es extremadamente peligroso”.
Los extranjeros representan 27% del alumnado (frente a 19.7% en 2010) y pagan matrícula completa: 59 mil 320 dólares al año, hasta 87 mil dólares con alojamiento y comida. Esa tajada de ingresos —superior a la que aportan becados o residentes— financia becas, laboratorios y proyectos de investigación. Harvard, con una dotación de 50 mil millones de dólares, puede absorber un revés temporal, dicen analistas, pero la señal al mercado global de talento es incuestionable.
La ofensiva además coincide con el congelamiento de 2 200 millones de dólares en subvenciones federales anunciado en abril y con otro recorte de 450 millones la semana pasada. Trump amenazó incluso el estatus libre de impuestos del centro “en vista de que la institución ha venido rechazando […] las demandas de su Administración para combatir un supuesto antisemitismo en el campus”.
En su misiva, Noem acusó a la Ivy League de “fomentar la violencia, el antisemitismo y de coordinarse con el Partido Comunista Chino”. Remató:
“Es un privilegio, no un derecho, que las universidades matriculen a estudiantes extranjeros y se beneficien de sus matrículas más caras para contribuir a aumentar sus multimillonarios presupuestos”.
La Casa Blanca ya había ordenado detener o deportar a alumnos involucrados en manifestaciones propalestinas. Con la certificación anulada, cualquier extranjero con visado F-1 o J-1 patrocinado por Harvard dispone, en teoría, de 60 días para encontrar otra institución aceptada por SEVP o abandonar el país.
La comunidad de Cambridge vive meses convulsos. Desde marzo, estudiantes y profesores protestan por recortes, censura académica y la respuesta institucional a la guerra en Gaza. El gobierno federal abrió paralelamente investigaciones por presuntas “violaciones de derechos civiles” y “discriminación woke” en la revista Harvard Law Review, obsesión reciente del conservadurismo.
El clima recuerda al verano de 2020, cuando la Casa Blanca de Trump (primer mandato) intentó expulsar a extranjeros matriculados en cursos virtuales; Harvard y MIT demandaron y ganaron. Pero el entorno jurídico ha cambiado: ahora el DHS invoca facultades sobre seguridad nacional y financiamiento público. Expertos en educación internacional advierten de un efecto dominó: las solicitudes de China, India y Europa podrían desviarse a Canadá, Reino Unido o Australia si la incertidumbre persiste. “El prestigio no es inmune a la geopolítica”, resume Rajika Bhandari, consultora en movilidad global.
El movimiento también alimenta la agenda electoral de Trump: castigar a instituciones “elitistas” que, dice, “adoctrinan” en ideología progresista. Hace dos semanas, el presidente celebró en Truth Social el colapso en donaciones de exalumnos indignados por la “falta de patriotismo” de la Ivy.
Los abogados preparan una moción de emergencia ante la Corte de Distrito de Massachusetts alegando violación del Acta de Procedimientos Administrativos y represalia política. Fuentes internas contemplan solicitar una orden judicial preliminar que congele la revocación mientras litigan. Uno de los argumentos: la petición de datos del DHS violaría la Ley de Derechos Educativos y Privacidad Familiar.
Sin embargo, el proceso podría prolongarse más allá del ciclo de admisiones 2025-26, cuya fecha límite para visados es julio. Decenas de laboratorios —incluyendo proyectos financiados por NSF y NIH— dependen de doctorandos extranjeros que ahora ven su futuro comprometido.
Otras universidades —Yale, Stanford, Chicago— siguen con atención: el DHS ha solicitado información similar sobre manifestantes y colaboraciones internacionales.
“Si la certificación de Harvard puede ser retirada por no entregar expedientes estudiantiles, nadie está a salvo”, alerta Miriam Feldblum, directora del Presidents’ Alliance on Higher Education and Immigration.
Trump ha colocado a la universidad en el centro de su cruzada cultural y, de paso, ha puesto en jaque a miles de jóvenes que vieron en Harvard una puerta de entrada al sueño académico estadunidense. La batalla legal decidirá si esa puerta se cierra o si la ola populista choca —otra vez— con los muros del sistema judicial.
-Con información de Excelsior