Editorial

El Marcelazo

Por Redacción | miércoles, 23 de agosto de 2023

EMX-El Marcelazo


 Es prácticamente aceptado por todas las personas que tienen interés en la política mexicana, que el proceso interno de MORENA para elegir a la sucesora o el sucesor del presidente Andrés Manuel López Obrador, sería complicadísimo. Esto, porque la institución tiene una muy cuestionable heterogeneidad en su conformación y, por la gran dependencia del carisma del líder, lo que la hace vertical y, por consiguiente, efímera. El presidente lo sabía y, por lo tanto, ha actuado en consecuencia.

A diferencia de algunas voces que formulan sus análisis a la luz de las categorías priistas y sostienen que el presidente ejerce atribuciones metaconstitucionales a las que el Dr. Carpizo se refirió en algún momento, es decir, jefe de partido y gran elector de su sucesor y, que todos estos procesos solo son una suerte de simulación para legitimar el denominado “dedazo”. Nosotros creemos que el presidente está más interesado en que los propios morenistas se organicen y se logre robustecer el proceso de institucionalización de MORENA, en donde las reglas son menos organizadas y la tentación por el dinero y los oropeles del poder es grande. Por lo tanto, tiene que lograr que todos jueguen, aunque algunos, como suele pasar, ya mostraron sus exabruptos.

La semana pasada Marcelo Ebrard expuso una serie de eventos bastante serios, habló de acarreo, uso de recursos públicos, empleo de la Secretaría del Bienestar a favor de una de las participantes en el proceso; declaraciones que regatean el esfuerzo que ha hecho Claudia Sheinbaum, y que desde la dimensión política no solo desacreditan el proceso interno de MORENA, sino que también cuestionan la congruencia del presidente. Todo esto sin mencionar las consecuencias legales que podrían comprometer todo el proceso electoral constitucional.

Marcelo sabe que la justicia no es potestativa, si tiene conocimiento de hechos que puedan constituir delitos, que por cierto serían graves, lo que sigue es presentar una denuncia acompañada de la evidencia que tiene para salir públicamente a exigir, independientemente de lo que la autoridad electoral deba hacer. De no ser así, el “Marcelazo”, como una nueva versión del “Camachazo”, solo habrá servido para erosionar la unidad del partido, complicando la convivencia a futuro, negociar mejores posiciones para él y para su equipo en un proceso electoral, según señaló el propio Marcelo: “lleno de simulaciones”.