Editorial

Una historia de Francia

Por Redacción | lunes, 5 de mayo de 2025

EMX-Una historia de Francia


Dicen que la política no tiene sentido del humor. Se propone cambiar al mundo con total seriedad. Es posible que por ese motivo, el aburrimiento es insoportable para el ciudadano y busque a través de la risa el entretenimiento que haga más ligero entender el devenir de la historia.
La Revolución Francesa carecía por completo de sentido del humor y encontró el camino del desaburrimiento con el acto de denunciar. La denuncia era un deber patriótico, tanto que en los billetes de curso legal de la época aparecía una leyenda que decía “La ley castiga al falsificador con la muerte y la nación recompensa al denunciante”
Esto era enormemente atractivo, así es que las calumnias que surgían por todas partes aspiraban a convertirse en denuncias formales. El calumniador hurgaba, componía e inventaba y luego caricaturizaba a sus víctimas de tal manera que la risa acompañaba a la mentira y resultaba una mezcla ideal para mantener el interés de la masa ciudadana que al carecer de elementos para juzgar debidamente, disfrutaba del espectáculo. Esto era tan común que el propio Voltaire, decía “Debemos tener a la risa de nuestro lado”
La calumnia contribuyó al crecimiento de la literatura de la difamación. Fue un período en la historia de Francia realmente lamentable, contrario a los ideales que la Francia liberal proponía. Los ministros se acusaban entre sí con bromas vulgares y cualquier cosa que lo hiciera risible. En síntesis, las vidas privadas fueron el alimento de las políticas de aquella gloriosa historia de ese icónico país, símbolo de los valores de la democracia.
Es en esa época y especialmente en Francia, la política de la difamación vivió su máxima expresión, poetas y escritores sin trabajo se unieron a esas formas tan bien pagadas de difusión y a través de folletos que hacían circular de manera clandestina se burlaban de todo. Los libelistas, les llamaban y libelos eran el nombre de las publicaciones. Su extensión variaba, algunos eran burdos folletines de media página, otros podían alcanzar hasta ocho hojas.
 Destacaban de los libelos de esa época los que iban en contra dela reina María Antonieta, pero en general todos abogaban por la contrarrevolución y develaban las diferentes facciones políticas que se peleaban por el poder
Los libelistas recurrían a anécdotas de infancia del antihéroe atacado, se concentraban en todos los detalles y luego los deformaban o descontextualizaban. No analizaban los acontecimientos y apenas mencionaban ideas o principios, reducían los ideales de la Revolución a la interacción de personalidades y por supuesto esto provocaba reacciones a favor o en contra de los políticos. Los libelistas machacaban sobre traición y corrupción con un tono repetitivo de indignación moral. Todos los libelos eran agresivos, buscaban hacer daño y tenían objetivos claros: Destruir a una persona, denigrar a una facción o aminorar la simpatía por un movimiento político.
Sin embargo y a pesar de la importancia y la enorme circulación de los libelos, difícilmente tenían el poder de transformar la política por sí solos. Existían los debates, las tribunas, las ceremonias públicas y otros lugares donde se exhibía el alto nivel de los principios de los actores de la política.
La calumnia, el libelo, la difamación, el vituperio, el asesinato de la reputación, el lodo, los chismes y el movimiento incesante de las lenguas viperinas con el uso de un lenguaje áspero e insultante florecieron como nunca en la Francia del siglo XVIII. El arte de la calumnia se convirtió en una profesión remunerada y sumamente atractiva que permeaba a una sociedad ávida de información, sin embargo, los libelos no determinaron el curso de la Revolución Francesa, porque el ciudadano común, aprendió a leerlos y desentrañarlos.
Pero esto es historia, es sólo una historia de Francia.
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PERSPECTIVA NORMA BUSTAMANTE