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Obligación pública y cualidad privada, la tolerancia es una de las virtudes más difíciles de alcanzar. Una definición elemental sobre la tolerancia es, la voluntad de convivir en armonía con personas de creencias opuestas y respetar formas de vida diferentes.
El diccionario político de David Miller de Alianza Editorial, define la tolerancia como “la determinación de no prohibir, obstaculizar o interferir una conducta que se desaprueba cuando se tiene el poder y el conocimiento necesario para hacerlo “
La tolerancia no debe confundirse con la indiferencia ante lo que ocurre a nuestro alrededor, como tampoco con la permisividad o indulgencia ante crímenes y evidentes actos injustos, es el análisis profundo sobre la ética de la responsabilidad y ése es indudablemente el gran reto de las instituciones.
Desde que se tiene memoria en el mundo, la intolerancia ha sido la causa principal de guerras y revoluciones. Las persecuciones religiosas, políticas y raciales han alcanzado proporciones que van desde la unidad forzosa hasta el exterminio de pueblos enteros. Estos excesos son los que suscitaron el anhelo humano de una concordia distinta. El reino de la tolerancia es el gran proyecto de la humanidad contra lo mayormente vigente.
Y es que cambiar provoca temor, el miedo a lo desconocido, la incertidumbre ante lo diferente, esto sucede sobre todo ante la aceleración de las trasformaciones sociales, para muchos incomprensibles y es así, que aferrarse a lo conocido, mitos y creencias, es el recurso de quienes no entienden el devenir histórico de la humanidad.
Vivimos bajo una enorme cantidad de dogmas frecuentemente contradictorios y abundan los grupos que piden tolerancia para sus causas pero ejercen intolerancia contra sus antagonistas. En el marco de las fuerzas sectarias se multiplican las intolerancias nacionalistas, ecologistas, políticas, machistas, feministas y xenofóbicas, por mencionar algunas entre tantas intolerancias discordantes.
Es importante considerar que la tolerancia no es un don simple, cuando un grupo o una persona reclaman tolerancia se entiende que aceptan los requisitos que hacen que ésta sea posible. En este ámbito hay consecuencias y la primera de ellas es que para disfrutar de la tolerancia hay que renunciar al ejercicio de la propia intolerancia.
La tolerancia, palabra simple que significa tanto, es interpretada de diversas formas, como una ilustración racional de la conciencia, como una igualdad democrática de derechos, como renuncia a la violencia privada, como desapasionamiento para juzgar, pero sea cual sea la interpretación, debe ser una fuerza progresista que contribuya a establecer los parámetros de la vida social.
En las sociedades tolerantes se privilegia la idea de que la oposición a las ideas sostenidas es la única forma de mejorar la vida colectiva y de aumentar el conocimiento, porque todo proceso de educación implica el riesgo de chocar con la sensibilidad de otros y de sus convicciones, sin embargo para una sociedad democrática es mejor esto que el peligro de vivir en medio de dogmas comúnmente aceptados.
Tolerar no es suspender nuestro juicio acerca de creencias y conductas, sino renunciar a utilizarlo como fundamento de persecución. La tolerancia. es la restricción voluntaria del poderoso para reprimir, aunque habrá quien lo asuma como debilitadora del orden social y de firmeza moral. Allí inicia el debate sobre la ética de los principios y los límites de lo tolerable
Sin embargo, la tolerancia debe ser algo transitorio. El verdadero reto es mucho mayor: el reconocimiento de lo diferente. Es probable que desde el punto de vista institucional sea algo sumamente ambicioso, pero como propósito de perfección personal, es altamente posible.