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EN PLAN REFLEXIVO: ¿JUSTICIA O PERSECUCIÓN? EL CASO CONTRA LA LUZ DEL MUNDO
Por Redacción | jueves, 11 de septiembre de 2025
Por Armando Maya Castro
Las acusaciones contra La Luz del Mundo, según el abogado Alan Jackson, no son más que el resultado de una campaña imprudente de extralimitación gubernamental, alimentada por testimonios poco fiables de un reducido grupo de excongregantes descontentos. Estas personas, lejos de representar una verdad objetiva, parecen estar motivadas por resentimientos personales, deseos de venganza y agendas ocultas, lo que pone en entredicho la legitimidad de sus declaraciones y evidencia una estrategia orientada más a dañar que a buscar justicia.
Ante esta situación, resulta fundamental cuestionar la validez de estos testimonios y no permitir que se conviertan en la base para desestabilizar a una institución que, durante casi cien años, se ha dedicado al servicio, la caridad y la devoción espiritual.
Más allá de la gravedad de las acusaciones, es imprescindible analizar el trasfondo político y cultural que rodea este caso. La Luz del Mundo, por su crecimiento, doctrina e impacto social, se ha convertido en blanco de quienes buscan erosionar su relevancia. En este sentido, las denuncias promovidas por un pequeño grupo de exmiembros, marcadas por el rencor y la manipulación, parecen alinearse con una agenda que no busca justicia, sino silenciar una voz incómoda que no se pliega ante intereses externos.
La justicia verdadera no puede construirse sobre campañas mediáticas ni sobre declaraciones motivadas por intereses personales. Debe basarse en pruebas sólidas, procesos imparciales y respeto irrestricto al debido proceso. Los tribunales son los únicos espacios legítimos para dirimir cuestiones legales, lejos del juicio público anticipado y de la condena social sin fundamento.
En última instancia, este caso debe servir como una advertencia: cuando se permite que las emociones, los prejuicios y los intereses externos sustituyan al Estado de Derecho, se corre el riesgo de convertir la justicia en persecución.
Nadie es culpable hasta que se demuestre lo contrario. No es una opinión, es un principio fundamental del Estado de Derecho. Y ese principio no se negocia, no se condiciona y no se rompe por presión mediática ni por intereses políticos.