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El epicentro se ubicó aproximadamente a 62 kilómetros al sureste de la localidad de Manay, en la provincia de Davao Oriental, a una profundidad superficial de 10 kilómetros. El sismo generó pánico entre la población, daños estructurales y cortes de energía eléctrica, lo que obligó a evacuar a miles de residentes de las áreas costeras.

El Instituto Filipino de Vulcanología y Sismología (PHIVOLCS) emitió advertencias de tsunami, señalando que las olas podrían superar un metro por encima del nivel normal de la marea. El Centro de Alerta de Tsunamis del Pacífico advirtió que las olas podrían alcanzar hasta tres metros y extendió la alerta a Indonesia (norte de Sulawesi y Papua) y Palau.

En Davao City, con una población de aproximadamente 5.4 millones de personas, se suspendieron clases mientras se evaluaban los daños. Las autoridades reportaron grietas en varios edificios, especialmente escuelas, y más de 50 estudiantes recibieron atención médica tras desmayarse o marearse durante el sismo.

El presidente Ferdinand Marcos Jr. movilizó esfuerzos nacionales de evacuación y asistencia, coordinando a las autoridades locales y nacionales para atender la emergencia.

Este terremoto se produce después de un sismo de magnitud 6.9 ocurrido el 30 de septiembre en Cebu, que dejó 74 muertos y desplazamientos masivos, evidenciando la vulnerabilidad de Filipinas debido a su ubicación en el Anillo de Fuego del Pacífico.