Tecnología

Imagina una computadora que hable contigo. Nada nuevo, ¿verdad? Existen desde los sesenta. Pero ChatGPT, la aplicación que llevó por primera vez los grandes modelos de lenguaje (LLM, por sus siglas en inglés) a un público más amplio, era diferente. Componía poesía, entendía aparentemente el contexto de tus preguntas y la conversación, y te ayudaba a resolver problemas. En pocos meses, se convirtió en la herramienta de consumo de mayor crecimiento de todos los tiempos. Y generó un auténtico frenesí.

Durante estos 365 días, ChatGPT amplió la percepción pública sobre la IA, captó la imaginación, atrajo a los críticos y avivó la angustia existencial.

Ha envalentonado y reorientado a Microsoft, ha puesto a bailar a Google, ha despertado el temor de que la IA se apodere del mundo, ha cautivado a líderes mundiales, ha suscitado intentos de regulación gubernamental, ha ayudado a añadir palabras a los diccionarios, ha inspirado conferencias e imitaciones, ha llevado a una crisis a los educadores, ha hipercargado la difamación automatizada, ha avergonzado a los abogados alucinando, ha provocado pleitos sobre los datos de entrenamiento, y mucho más.

Para algunos, ChatGPT también demostró ser una herramienta útil, acelerando las tareas de programación de ciertos desarrolladores de software, ayudando a los escritores en las tareas de composición y edición, y proporcionando asesoramiento rápido, sin publicidad y sin banners de cookies, en un momento en que algunos sitios de redes sociales se han fracturado y nuestro anterior oráculo del conocimiento de internet, a veces difuso, Google, ha caído en un terrible abandono.

“Imagina que todos los seres humanos pudieran automatizar las tareas de información tediosas y repetitivas de su vida, sin necesidad de obtener primero un título en informática”, declaró a Ars Technica Simon Willison, investigador de IA, en una entrevista sobre el impacto de ChatGPT. “ Veo indicios de que los LLM quizá ayuden a dar un gran paso en esa dirección”.