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La bolearía, un oficio que sigue vivo en las calles de la ciudad
Por Border Zoom | miércoles, 24 de septiembre de 2025
La boleada de zapatos sigue vigente en el Parque Teniente Guerrero de Tijuana, donde boleros como Francisco Magaña mantienen viva esta tradición desde hace décadas, ofreciendo un oficio que combina historia, técnica y valor cultural para locales y visitantes.
La bolearía sigue siendo un oficio presente en las calles de la ciudad. Un ejemplo claro son los boleros que trabajan en los alrededores del Parque Teniente Guerrero, donde esta tradición se mantiene viva a pesar del paso de los años.
Francisco Magaña, bolero del parque, recuerda que su aprendizaje comenzó observando a otros en el lugar. “Para yo meterme a bolear primero aprendí a bolear los míos y los de mi familia, para ver cómo quedaba el calzado”, comparte. Con el tiempo, y mucha práctica en casa, dominó la técnica que aún hoy aplica.
Fue en 1968 cuando se instaló frente a la iglesia de San Francisco, justo a un costado del parque. Desde entonces, ha visto cómo muchos clientes dejaron de acudir, aunque todavía hay quienes buscan sus servicios para dar brillo a los zapatos de sus hijos o incluso de sus nietos.
También comentó que, para él, los zapatos son la carta de presentación de una persona, y que llevarlos sucios habla mal de quien los usa.
“El aseo de los zapatos, es la visita de las personas. El que trae zapatos boleados encuentra trabajo de volada”, señaló Magaña.
Actualmente, una boleada de zapatos cuesta entre 50 y 100 pesos, mientras que los tenis tienen un precio aproximado de 100 a 150 pesos, según el tipo de servicio que se requiera.
No solo los locales acuden al parque. Ricardo, quien vive en San Diego, comparte que visita Tijuana cada quince días para bolearse los zapatos y revivir recuerdos de su infancia. “En este parque me traían de chiquito, aquí jugaba, corría y me la pasaba muy contento con la familia”, recuerda.
Aunque reconoce que en Estados Unidos hay parques más grandes, Ricardo asegura que en Tijuana se aprecia otra forma de disfrutar estos espacios. “Allá pueden ser más amplios, pueden tener mejores juegos, pero aquí ves más sonrisas. Aquí hay otro tipo de felicidad”, concluye.