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Por 36 años en el corazón de esta impresión: Víctor Gil
Por Sergio Carrillo | miércoles, 22 de octubre de 2025
Durante más de la mitad de existencia de El Mexicano, Víctor Manuel Gil ha estado involucrado en la impresión del periódico, con una experiencia que incluye la evolución de la imprenta, así como anécdotas inolvidables.
TIJUANA.- Si el periodismo vive en las palabras y en las imágenes, su cuerpo late en las prensas. Y si usted está leyendo esto en papel, es por el trabajo que diariamente hace un equipo, del que desde hace 36 años forma parte Víctor Manuel Gil, entre los engranajes, la tinta y el papel.
Su historia en este diario comenzó por recomendación de su hermano, el periodista Jesús Ramón “El Búfalo” Gil, quien lo acercó a don Eligio Valencia Roque.
Desde entonces, Víctor ha recorrido todas las etapas del proceso de impresión, desde los días en que se mezclaban los colores a mano hasta la actualidad, donde las máquinas digitales dominan el proceso.
“Entré en 1989, y desde entonces no he parado. Aquí aprendí todo: cómo preparar las tintas, cómo revisar las láminas, cómo lograr que cada página salga perfecta”, recordó con nostalgia.
El arte de imprimir la historia
En el área de prensas, cada jornada es una carrera contra el tiempo. Mientras la redacción cierra notas, los linotipistas ajustan titulares y los fotógrafos entregan sus últimas imágenes, Víctor y su equipo afinan la maquinaria para que todo esté listo. “Entre más rápido lo hagamos y mejor salga, más temprano nos vamos”, dijo con una sonrisa.
El proceso de imprimir el periódico toma alrededor de 2 horas y media, pero detrás de ese ritmo hay experiencia, coordinación y oficio.
“Cuando alguien nuevo entra, se le hace difícil. Pero para nosotros ya es parte de la vida. Cada uno sabe su función, cada uno tiene su lugar. Es como una danza que se repite todas las noches”, expuso.
A diferencia de la mayoría de los trabajos, Víctor llega a laborar a las nueve de la noche, cuando la ciudad se calma. Entre el ruido de los rodillos y el olor a tinta fresca, aseguró que encuentra una especie de paz.
“A mí me gusta mi trabajo. Me gusta ver salir las páginas, ver cómo queda la impresión. Me da orgullo saber que pongo mi granito de arena para que la gente tenga su periódico”, expresó.
Noches que se quedaron grabadas
En más de tres décadas, Víctor ha visto de todo. En la mayoría de noches, se imprime sin contratiempos, pero en las pocas que no, quedan anécdotas que son para recordarse toda la vida.
Una de las más impactantes fue la noche del asesinato de Luis Donaldo Colosio, en 1994. “Fue muy duro. Ver las imágenes, la cobertura, todo lo que se estaba viviendo. Aquí fue donde salió la primera nota. Esa noche no se olvida”, relató.
Mientras que en otras ocasiones, el reto fue técnico: “Una vez se fue la luz y ya no regresó. Vinimos nomás a hacer acto de presencia”, recordó riendo y siguió: “Y otras veces, la máquina se descomponía y nos quedábamos hasta las 11 de la mañana, pero el periódico salía. Siempre salía”.
La tinta, los colores y el cambio de los tiempos
Cuando entró a El Mexicano, la impresión era completamente manual. Los colores se preparaban a mano, combinando pigmentos con palos de madera hasta lograr el tono exacto. “Si el cliente pedía un naranja como el de la Comercial Mexicana, uno tenía que hacerlo. No venía listo. Era un arte”, explicó.
Con los años llegaron los avances tecnológicos, las prensas más rápidas y los colores automáticos. Pero, aunque el proceso se volvió más eficiente, para Víctor el valor del trabajo sigue siendo el mismo: la pasión por hacer bien las cosas.
“Ahora ya todo viene de fotomecánica, listo para imprimir, pero igual hay que cuidar los detalles. Si algo sale mal, se nota”, apuntó.
Más que un trabajo, una vida
Para Víctor, El Mexicano no es sólo una empresa: es su casa. Llegó desde Culiacán, Sinaloa, con su madre, sin imaginar que ese lugar se convertiría en el centro de su vida.
“Aquí me cobijaron. Don Eligio me ayudó a tramitar mi casa con Infonavit. Cuando me faltaba dinero para instalar el agua o comprar un refrigerador, el periódico me apoyó. Gracias a eso pude formar mi familia. Aquí tuve mi primer carro, mi casa, mi familia. Aquí conocí a mi esposa, crecieron mis hijos. Todo lo que soy se lo debo al periódico”, afirmó emocionado.
Durante años también fue delegado sindical, una experiencia que lo ayudó a entender el valor de la empatía, y que ahora le sirve para liderar a su equipo.
“Aprendí a tratar a las personas, a tener paciencia. Si alguien tiene un problema, hay que escucharlo. Si los ayudas, ellos trabajan con más ganas. No es que los regañe, pero quiero que aprendan bien, que no se accidenten, que entiendan el valor del trabajo. Eso también me da orgullo”, aseguró.
“El Mexicano me dio todo”
Al cumplir 36 años dentro de la empresa, Víctor Gil mira hacia atrás con serenidad, tras haber logrado formar una familia, un hogar, una carrera, así como de ser parte sumamente importante en más de la mitad de la existencia de El Mexicano.
“Si volviera al primer día, me diría que todo va a valer la pena, que, aunque parezca poco, en realidad vas a lograr mucho. Hay quienes dicen que trabajar de noche es pesado, pero a mí me gusta. Me gusta ver salir el periódico, me gusta platicar con mis compañeros, me gusta ver que el trabajo salió bien. Porque cada ejemplar lleva un pedacito de uno mismo”, culminó.