Editorial

LA VISIÓN DE LO INVISIBLE

Por Redacción | viernes, 5 de septiembre de 2025

EMX-LA VISIÓN DE LO INVISIBLE

Columna Rogelio Brambila


Después de una pausa inevitable por motivos de salud, regreso a este espacio con renovada gratitud y entusiasmo. Agradezco la paciencia de quienes han seguido esta columna y me alegra volver a encontrarnos en estas páginas para reflexionar, juntos, sobre aquello que suele permanecer oculto en nuestra sociedad. Hoy, como siempre, los saludo cordialmente y les invito a acompañarme en el tema de esta ocasión.

El papel invisible de los abuelos en la economía familiar

Ensenada, como muchas ciudades de México, guarda en su cotidianidad una verdad que suele pasar desapercibida: los adultos mayores no solo representan la memoria viva de la comunidad, sino que también son pilares silenciosos de la economía familiar. Detrás de cada hogar donde habita un abuelo o una abuela, existe un aporte constante, aunque pocas veces reconocido, que sostiene la vida de varias generaciones.

En la narrativa pública solemos escuchar que los adultos mayores son «dependientes», que su ciclo productivo terminó o que ahora deben ser cuidados por los más jóvenes. Sin embargo, la realidad nos muestra lo contrario. Son ellos quienes, con sus pensiones —modestas en la mayoría de los casos—, financian parte del gasto doméstico: desde la compra de alimentos hasta el pago de servicios básicos. No pocas veces la pensión de un abuelo se convierte en el ingreso más estable de una familia que vive al día.

El papel económico de los mayores no termina ahí. Muchas abuelas asumen el cuidado diario de los nietos para que los padres puedan salir a trabajar; muchos abuelos aportan su tiempo, su experiencia y hasta su fuerza física en labores de la casa, la pesca o el campo. Se trata de un trabajo invisible, sin salario ni prestaciones pero que, si se cuantificara, representaría un aporte económico invaluable.

En Ensenada este fenómeno tiene rostros muy concretos. En colonias populares, la escena es recurrente: una abuela preparando la comida para todos, un abuelo que recoge a los nietos en la escuela, otro que destina su pensión al pago de medicinas que en realidad benefician a toda la familia. El hogar se sostiene en gran medida sobre esa base silenciosa, en la que los adultos mayores asumen responsabilidades sin pedir reconocimiento.

Lo invisible, sin embargo, tiene un costo. Muchos mayores viven con la presión de «rendir» su pensión, de estar disponibles en todo momento para el cuidado de los nietos, o de seguir siendo la pieza que equilibra el presupuesto familiar. Y aunque lo hacen con amor, no deja de ser una forma de explotación silenciosa, una deuda social que rara vez se discute en foros públicos.

Reconocer el papel económico de los abuelos no significa romantizar su sacrificio, sino exigir que su aporte sea valorado y acompañado por políticas públicas. Envejecer no debería equivaler a cargar con la responsabilidad de sostener lo que el Estado, la propia familia o el mercado no garantizan. La vejez, en realidad, debería ser un espacio de tranquilidad, de cuidado y de dignidad.

¿Cuántas veces no hemos escuchado decir a algún adulto mayor que no puede hacer algo, que no puede asistir a algún sitio porque debe cuidar a sus nietos?

Tal vez la pregunta que debemos hacernos como sociedad es si estamos dispuestos a reconocerles en vida lo que hoy sostienen en silencio, o si seguiremos mirando hacia otro lado mientras su aporte permanece oculto en las sombras del hogar. Porque, al final, cada uno de nosotros carga con una certeza: todos, tarde o temprano, llegaremos a esa etapa, y lo que hagamos hoy con nuestros abuelos será un reflejo de lo que viviremos mañana.

Quizá ha llegado el momento de mirar más allá de los números y entender que los abuelos son parte activa de la economía local, no como un peso, sino como un motor invisible que impulsa a muchas familias. Y tal vez la pregunta que debemos hacernos como sociedad es si estamos dispuestos a reconocerles en vida lo que hoy sostienen en silencio, o si seguiremos mirando hacia otro lado mientras su aporte permanece oculto en las sombras del hogar.

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